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  • No hay nobleza en ser superior a otro

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    El proverbio hindú que encabeza este nuevo Sorbo de Emprendimiento nos enseña que la verdadera nobleza consiste superarse a sí mismo de forma constante. El bailarín ruso Mijail Baryshnikov fue preguntado en una entrevista cuál era su principal motivación para seguir perfeccionándose: “No intento bailar mejor que los demás. Sólo intento bailar mejor que yo mismo”, respondió.

    Cafeterrías competimos-cooperamos

    Muchos piensan que impulsar y desarrollar un proyecto emprendedor implica armarse hasta los dientes y marchar a un cruento combate. Nos han educado en la ferocidad de la competencia empresarial y en la representación de sus actores como verdaderos depredadores.

    La rivalidad es consustancial a los mercados y encontrar espacio no es tarea fácil. Sin embargo, la verdadera competencia se encuentra dentro de nosotros mismos y no en el exterior. Los propios encasillamientos, orgullos, prejuicios, etiquetas, ofuscaciones y demás visiones reduccionistas de la realidad son los verdaderos enemigos a batir. No en vano, son los grandes limitadores para el desarrollo del espíritu de colaboración.

    El concepto de coopetencia, resultado de los términos cooperación y competición, fue popularizado por dos autores estadounidenses en el año 1996: Brandenburger y Nalebuff. Extendida rápidamente entre los ecosistemas de negocios, explica la forma en que dos empresas competidoras dejan de verse como enemigas y pueden llegar a colaborar. Se reproduce así un ecosistema de la naturaleza donde diferentes especies se benefician mutuamente.

    Detrás de la coopetencia hay una visión del mercado amplia –no cainita-, sumatoria de esfuerzos en pos del bien común, sin renuncia por cada parte a sus legítimos intereses. Bajo su premisa, los actores no buscan a toda costa la superioridad frente al otro. Cada cual asume su rol dentro del sistema y aprende a beneficiarse mutuamente, encontrando la simbiosis. Al igual que la delicada mezcla de diferentes cafés, el resultante ofrece un sabor único y diferente.

    Rogelio Rubio y Pedro Jara levantaron una empresa en los momentos más crudos de la crisis financiera de la última década. Hace unos meses, Oria Construcción recibió expectante la llamada del propietario de uno de sus amenazantes y potentes competidores que operan en el sector de los grandes centros comerciales. La convocatoria descansaba en el reconocimiento de una gran profesionalidad, un exquisito knowhow y la calidad inmejorable de sus trabajos. Orgullosos de sus méritos, Rogelio y Pedro fueron convidados a participar en una estrategia compartida de colaboración basada en la lealtad y honesta rivalidad.

    Con inteligencia, ambas empresas envainaron la espada y, desde entonces, avanzan en compartir una posición de liderazgo. Dejando atrás a actores escasamente profesionales y con prácticas poco edificantes que ofrecen precios suicidas a costa de ínfimas calidades, contribuyen al fortalecimiento y dignificación del sector en el que operan.

    Este ejemplo muestra cómo los emprendedores crecen superando congénitos prejuicios y visiones reduccionistas, convirtiendo los tradicionales antagonismos y estériles discordias en estrategias de noble coopetencia.

    ¿Desarrollo prejuicios sobre mis pares viéndolos tan sólo como latentes amenazas? ¿Me relaciono con ellos de manera obcecada sin consideración en vez de intentar mejorar esos pequeñas detalles internos que, pasando desapercibidos, resultan ser verdaderos limitantes?

    Qué razón tenían los clásicos cuando apercibían las ventajas de mirar hacia dentro de uno mismo más que en distraer la fijación en estorbos exógenos que, a menudo, sirven de coartada para justificar fracasos. Convenzámonos de que las principales luchas se libran en el interior más que en los ficticios campos de batalla que tiende a articular el interesado imaginario colectivo.

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