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  • En el suelo se traga más polvo

    Pánico

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    Existen momentos en la vida en los que el implacable destino se pone en contra, desencadenándose un rosario de dificultades y adversidades que desafían la paciencia y la resistencia. Así, el refranero popular ha acuñado la conocida expresión “las desgracias nunca vienen solas”. Como afirmara con sorna un afamado cómico castellano, quien se ve envuelto en una dinámica de esta naturaleza no le queda más que practicar el taekwondo de mantenimiento: resistir los envites en el tatami en que a veces se convierte la vida o buscar la esquina del ring. ¡Cuántas veces el desaliento invita a “tirar la toalla”!, ¿verdad?

    Temer la pérdida de un combate es comprensible e inherente a la endeble naturaleza humana. Nadie está llamado permanentemente a vivir en un estado de heroicidad. Para un emprendedor, caer de bruces a la lona después de un buen derechazo no implica que su capacidad de resiliencia esté poco desarrollada, que haya finalizado un ciclo o que “se haya perdido la partida definitivamente”.

    Las hawaianas Emmy Werner y Ruth Smith, responsables del más importante estudio realizado sobre resiliencia en el mundo, concluyeron que el desarrollo óptimo de dicha competencia se encuentra en la interacción equilibrada entre las capacidades de la persona y su medio social y físico. Resolvían que la resiliencia no es un estado definido y estable, sino más bien un camino de crecimiento en el que la noción de factor de riesgo o de protección es ambigua, porque la misma característica puede ser un riesgo en un caso y un factor de protección en otro.

    Podemos derivar entonces, que los pequeños o grandes golpes propios de todo itinerario emprendedor son como las vacunas. Contribuyen a la adaptación al riesgo, a fortalecer el espíritu de su protagonista, a dilatar su capacidad de resiliencia y estar mejor preparado para posteriores combates.

    El desarrollo de la adaptabilidad es lo que incrementa la capacidad de asimilación de los impactos de la vida y la generación de recursos suficientes para aprender a “digerirlos” y superarlos en el futuro inmediato. Las personas emprendedoras están llamadas a desarrollar esta competencia, porque el devenir emprendedor es mantener un permanente estado de adaptación al entorno.

    Para quienes decidieron experimentar el emprendimiento como medio de vida, permanecer en el suelo después de un duro golpe implica, no sólo despreciar el fracaso como factor de crecimiento, sino impedir la oportunidad del crecimiento personal a través del desarrollo de la adaptabilidad.

    Con el último sorbo de esta sabrosa taza de café ristretto reflexionamos: ¿con qué actitud enfrentamos los duros golpes de la vida? ¿Somos capaces de ver en el “doblar la rodilla” una oportunidad de crecimiento y mejora de la adaptabilidad a entornos hostiles? Estamos llamados a elegir entre adoptar una postura victimista o apostar por levantar la cara de inmediato, sacudir el polvo y seguir adelante tomando conciencia de la increíble suerte de la experiencia atesorada, la cual nos hace más fuertes para el futuro.

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